A menudo nos preguntamos si un determinado producto debe formar parte de nuestra alimentación o no, si engorda mucho, si tiene nutrientes, si es beneficioso para regular nuestros niveles de colesterol… Otras veces, se ponen de moda ciertas dietas que estigmatizan unos productos y otros no ¿En qué lugar queda el jamón dentro de este mundo?
Primero, hay que diferenciar entre jamones; no es lo mismo un ibérico (que cómo ya hemos mencionado en otras entradas tiene más grasa infiltrada) que un serrano, por ejemplo. De la misma manera, tampoco es lo mismo un jamón ibérico de bellota que uno de cebo. Cómo se puede observar, al final la composición nutricional dependerá mucho de raza y alimentación. No obstante, todos los jamones tienen en común una serie de propiedades que pasan a nombrarse a continuación:
Rico en vitaminas y minerales
Aporta vitaminas B1, B6, B12 (este último en el caso del ibérico) y ácido fólico, muy beneficiosas para el sistema nervioso y el buen funcionamiento del cerebro. Asimismo tiene un alto contenido en vitamina E, con capacidad para actuar como antioxidante.
En cuanto a los minerales destaca la presencia de sodio debido al empleo de sal en el proceso de curado. También es rico en hierro, fósforo, potasio, magnesio y zinc.
Las altas cantidades de hierro hacen que el producto sea recomendable para las personas con anemia. Si a ello, le añadimos el alto contenido en zinc y selenio, nos encontramos también con un magnífico aliado para el cuidado de tu cabello.
Alto contenido proteico
El jamón ibérico es un producto cárnico caracterizado por tener en su composición un elevado contenido de proteínas de muy alta calidad, siendo un importante suministro de aminoácidos esenciales que proporcionan buena parte del aporte proteico recomendado en la dieta hasta tal punto que, con aproximadamente 100g de jamón, se conseguiría alrededor de la mitad del aporte recomendado al día.
Por otra parte, la proteólisis característica que ocurre durante la maduración de estos productos curados influye de forma manifiesta en el aumento de la digestibilidad de estas proteínas lo que aporta mayores beneficios nutricionales.
Además del aporte nutricional de aminoácidos provenientes de la digestión de las proteínas totales, destaca el importante aporte de aminoácidos en forma libre que suministra, algunos de ellos poco abundantes en otras carnes (triptófano, metionina).
Esto hace que sea un producto muy bueno para las personas que están interesadas en mantener el tono muscular o incluso desarrollarlo.
Alto nivel de ácido oleico (especialmente en el jamón ibérico de bellota)
Otra característica del jamón ibérico es su elevado contenido en grasa intramuscular en la que predominan los ácidos grasos insaturados, de los que más de la mitad son monoinsaturados. De estos últimos destaca el ácido oleico, porcentaje que es sólo superado por el aceite de oliva, de entre todas las grasas animales y vegetales habituales en nuestra mesa. Destacar también que en este tipo de productos, las concentraciones de ácidos grasos saturados son inferiores a las que presentan los jamones de cerdos blancos.
Recientemente, diversos estudios científicos han demostrado que las grasas con alto contenido en ácidos- grasos monoinsaturados producen un efecto beneficioso sobre el colesterol en sangre, al propiciar un incremento del HDL (colesterol ligado a lipoproteínas de alta densidad) “colesterol bueno” y reducir el “colesterol malo”, aterogénico o LDL (colesterol ligado a lipoproteínas de baja densidad). De esta forma, contribuye a reducir el riesgo de enfermedades cardiovasculares.
Profundizando en lo anteriormente descrito, en un trabajo reciente realizado por la Universidad de Extremadura se han obtenido datos concluyentes que señalan que el jamón ibérico (siendo un producto con elevado contenido graso y un proceso de maduración largo) muestra, en relación a otros productos cárnicos, concentraciones relativamente bajas de colesterol y de óxidos de colesterol.
Por todo lo anteriormente expuesto, el jamón ibérico de bellota podría recomendarse como alimento dentro de la llamada “dieta mediterránea”, teniendo asimismo un efecto beneficioso sobre los lípidos plasmáticos.
Nulo contenido en hidratos de carbono
El jamón tiene una cantidad de hidratos despreciable, prácticamente cero, lo que hace que sea por un lado, un alimento apto para las personas con diabetes y a la vez un producto idóneo para las dietas cetogénicas, incluso para las más rigurosas con el consumo de glúcidos. Si eres de los amantes de la dieta Keto estricta, no olvides añadir el jamón a tu dieta, le dará vida y te permitirá alcanzar tus objetivos.
El valor energético varía sustancialmente dependiendo de la raza y la alimentación entre otras, por lo que hablar de unas determinadas calorías, sirve tan sólo para hacerse una idea. Los 100 gramos de jamón serrano pueden estar en el entorno de las 200-250 calorías, mientras que los 100 gramos de bellota 100% ibérico podrían alcanzar hasta las 350 calorías. Este aporte extra de calorías se debe a la grasa infiltrada típica de este producto que por otro lado aporta mayor cantidad de ácido oleico, un aliado en la lucha contra las enfermedades cardiovasculares.